martes, 5 de febrero de 2008

la importancia de un sistema de partidos

Nuestra decadencia es tal que contrasta con los países desarrollados que han logrado un nivel de riqueza cercana a la opulencia: EE.UU., Inglaterra, Canadá, Australia, Japón, Europa, y desde hace poco España, Irlanda, el Sudeste Asiático y ahora hasta nuestro vecino Chile y los ex países soviéticos van decididamente por ese camino.
¿Qué tienen ellos en común con todos los países del OCDE y nosotros desconocemos? Un sistema de partidos políticos que funciona relativamente bien. Esto ocurre cuando un partido representa a una parte de la sociedad y otro partido representa a otra parte (y ambos suman digamos un 90% de los votos dejando un 10% para repartir entre extremistas, innovadores o los eternos descontentos). Así, el otro siempre está representado.
Algunos dicen que un partido es de derecha y otro de izquierda. Podríamos decir en nuestro caso, que un partido representa a quienes buscan algún favor, protección o beneficio del Estado, mientras el otro representa a las personas cuyo deseo es que el Estado no se entrometa, o se meta lo menos posible, que les confisque la menor cantidad de dinero y que, aún así, se indignarán frente a cualquier despilfarro del gobierno. En algunos casos, como en Alemania o Chile, un tercer partido intenta sobrevivir en el centro del tablero.

Cuando el péndulo se inclina hacia el lado de los que piden, el peso del Estado se hace insoportable y triunfa el partido de los que quieren ponerle un freno y bajar los impuestos. Cuando el péndulo se inclina lo suficiente para expandir en demasía la brecha entre los que más tienen y los que menos tienen, el primer partido recupera el poder. Mientras tanto, en el parlamento se busca un consenso entre quienes quieren un mayor presupuesto para la Educación popular y quienes exigen que primero se utilice “bien” el dinero que ya se dispone para tal efecto. De tanto en tanto, un mal gobierno es repudiado por su propio grupo y así, de manera imperfecta y caótica, surge un cierto orden espontáneo que funciona bastante bien.

En nuestro país, en cambio, creció un bipartidismo fundado en dos partidos confusos y confundidos que pretendían englobar a derechas e izquierdas. Ambos contenían socialistas, marxistas, desarrollistas, nacionalistas, personalistas, pseudo-liberales, anti-personalistas, estructuralistas... Sus diferencias son más de estilo y de modales que de políticas públicas. Ambos tienen un brazo renovador que busca el cambio, pero deviene inevitablemente en personalismos autoritarios que lideran grandes “movimientos históricos”. Uno se permite derrapar a los extremos. El otro es más moderado pero también más utópico e ineficiente. En cualquier caso, ambos partidos defienden a los pobres, indefensos y excluidos. Ambos protegen también a los sempiternos ricos empresarios y banqueros que rodean a cada gobierno de turno. Ambos promueven la justicia social, subir los impuestos y aumentar el tamaño del Estado Benefactor. Al final, cuando ese esquema termina estallando en hiper-inflación o hiper-recesión, el mismo partido propone un “ajuste” para encarrilar la economía. Esto significa, una gran devaluación, un poco de orden, para luego continuar el permanente y primordial objetivo de la Justicia Social aumentando tanto los impuestos como el despilfarro del Estado benefactor.
En este modelo ambos partidos compiten por dar mayores prebendas y beneficios a un número cada vez mayor de ciudadanos, lo cual se ha dado en llamar “clientelismo”, y deriva inevitablemente en mayor pobreza, incultura y populismo.
Sea como sea, uno de los dos partidos implosionó y hoy tiene escasos votos, y el otro explotó en varios pedazos. La crisis resultante nos llevó a tener en la actualidad más de 650 partidos, número que se está incrementando. ¡He aquí una oportunidad histórica!

En el caso español podemos encontrar una buena guía. Luego de la muerte de Franco, en 1975, surgieron 350 partidos que se disputaban el poder. Todavía a comienzos de los 80’s España no salía de su crisis y parecía más cercana al África que a Europa, hasta que un grupo de políticos y empresarios decidieron financiar a un solo partido, a cambio de que sea abierto y participativo, que tenga internas, competencia y mecanismos ágiles para ascender y descender. Así, se fusionaron 290 partidos en lo que fue la Unión de Centro Democrático. Desde entonces España mantiene un bipartidismo donde el PSOE y el Partido Popular se alternan en el poder. No es perfecto pero fue suficiente para que España alcance rápidamente el desarrollo promedio Europeo.

Es nuestro deber como generación crear ese OTRO partido ALTERNATIVO, para enfrentar en el parlamento al partido de la Justicia Social. Un partido que defienda a las personas que trabajan, estudian y progresan por si mismas y que pretenden que el Estado no los moleste, o al menos, no demasiado. Un partido que defienda a rajatabla los derechos individuales, las libertades civiles, de prensa, de enseñar, de aprender, de viajar o comerciar, o ejercer toda industria lícita, que defienda la propiedad y la Justicia Independiente, que afiance la seguridad de la población y que ponga un límite al gobierno, que baje los impuestos y que defienda la paz, el orden y el progreso.
Entonces restableceremos el equilibrio y el péndulo oscilará cerca del centro.
Agustín Etchebarne

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