martes, 5 de febrero de 2008

de la participación política...

El partido es la unión de un grupo de individuos que se esfuerzan conjuntamente por promover el interés nacional según un determinado principio sobre el cual están todos de acuerdo. Personalmente me parece inconcebible que aquel que cree firmemente en sus propios principios y que los juzga importantes, se niegue a luchar para que se pongan en práctica.
Le corresponde al filósofo especulativo fijar las metas del gobierno. Le corresponde al político, que viene a ser el filósofo en acción, buscar los medios apropiados para alcanzar estas metas y ponerlos en práctica. Por lo tanto, todo político honorable reconocerá que su objetivo principal es emplear todos los medios lícitos para colocar a los hombres que comparten sus mismas ideas en condiciones de aplicar esas ideas con toda la autoridad y el poder que confiere el Estado.
Como este poder está ligado a ciertas posiciones, su deber es luchar por asegurar esas mismas posiciones.

Edmund Burke, en Pensamientos sobre la causa de los actuales descontentos.

por qué crecen los países...

Los países crecen económicamente cuando establecen sistemas con gobiernos que están obligados a respetar la vida, los derechos y las propiedades de los habitantes. Y generalmente tienen un sistema de equilibrio de poderes, que es lo que limita a cada uno de los poderes y lo obliga a respetar los derechos de los habitantes. Entonces los habitantes encuentran un clima, un ambiente propicio al trabajo, a la producción, al ahorro, y entonces los países acumulan capital, hay un avance en los conocimientos y hay una vigencia del espíritu innovador, que son los tres elementos que hacen crecer a los países. En el caso de la Argentina, cuando a partir de la constitución de 1853 incorporamos todos estos elementos, y además se amplió la jurisdicción territorial porque se eliminaron las barreras interiores, las aduanas interprovinciales, y pudieron circular libremente los capitales, las personas y las mercaderías. Cuando nosotros tuvimos ese tipo de esquema institucional, y las creencias de la gente coincidieron con esto, la Argentina avanzó.
Cuando se camina hacia el patrimonialismo y a la concentración del poder, los países se atrasan.

José Ignacio García Hamilton

del aborto

En tanto se trata de vida humana, discutir sobre eliminación de personas por nacer es discutir sobre derechos humanos. Se insiste en plantear el derecho de la madre en situación de gravedad en antagonismo con el derecho a la vida del niño en gestación cuya eliminación se admite, cuando hoy la neonatología aporta soluciones aún para los casos más extremos. ¿Porqué matar al niño en gestación si podemos lograr perfectamente que continúe su maduración fuera del seno materno, en una incubadora de última generación? Si se puede cuidar la vida de la madre y preservar al mismo tiempo la vida del niño, entonces, ¿porqué admitir su eliminación?.
Más allá de la dimensión moral que el tema presenta, estamos frente a un planteo esencial en el campo de los derechos humanos, que compromete a toda la sociedad civil, que debe reclamar al Estado una solución equitativa para los derechos en pugna, sin reconocer preeminencia de ninguna vida sobre otra.
Toda política de estado que admita la interrupción del embarazo sin procurar que la vida del niño en gestación sea adecuadamente preservada y asistida hasta su plena maduración es un instrumento macabro que lesiona los derechos humanos, y que en definitiva, pretende lograr un control poblacional basado en homicidios prenatales sistemáticos. Quienes la promuevan o la apliquen incurren en delito de lesa humanidad y deben ser juzgados y condenados por ello.

del loco Adam...

Para llevar un estado desde el ínfimo grado de barbarie hasta la máxima opulencia se necesita bien poco aparte de paz, impuestos cómodos y una razonable administración de la justicia; el resto vendrá por sí solo mediante el curso natural de las cosas

Adam Smith, La Riqueza de las Naciones

la importancia de un sistema de partidos

Nuestra decadencia es tal que contrasta con los países desarrollados que han logrado un nivel de riqueza cercana a la opulencia: EE.UU., Inglaterra, Canadá, Australia, Japón, Europa, y desde hace poco España, Irlanda, el Sudeste Asiático y ahora hasta nuestro vecino Chile y los ex países soviéticos van decididamente por ese camino.
¿Qué tienen ellos en común con todos los países del OCDE y nosotros desconocemos? Un sistema de partidos políticos que funciona relativamente bien. Esto ocurre cuando un partido representa a una parte de la sociedad y otro partido representa a otra parte (y ambos suman digamos un 90% de los votos dejando un 10% para repartir entre extremistas, innovadores o los eternos descontentos). Así, el otro siempre está representado.
Algunos dicen que un partido es de derecha y otro de izquierda. Podríamos decir en nuestro caso, que un partido representa a quienes buscan algún favor, protección o beneficio del Estado, mientras el otro representa a las personas cuyo deseo es que el Estado no se entrometa, o se meta lo menos posible, que les confisque la menor cantidad de dinero y que, aún así, se indignarán frente a cualquier despilfarro del gobierno. En algunos casos, como en Alemania o Chile, un tercer partido intenta sobrevivir en el centro del tablero.

Cuando el péndulo se inclina hacia el lado de los que piden, el peso del Estado se hace insoportable y triunfa el partido de los que quieren ponerle un freno y bajar los impuestos. Cuando el péndulo se inclina lo suficiente para expandir en demasía la brecha entre los que más tienen y los que menos tienen, el primer partido recupera el poder. Mientras tanto, en el parlamento se busca un consenso entre quienes quieren un mayor presupuesto para la Educación popular y quienes exigen que primero se utilice “bien” el dinero que ya se dispone para tal efecto. De tanto en tanto, un mal gobierno es repudiado por su propio grupo y así, de manera imperfecta y caótica, surge un cierto orden espontáneo que funciona bastante bien.

En nuestro país, en cambio, creció un bipartidismo fundado en dos partidos confusos y confundidos que pretendían englobar a derechas e izquierdas. Ambos contenían socialistas, marxistas, desarrollistas, nacionalistas, personalistas, pseudo-liberales, anti-personalistas, estructuralistas... Sus diferencias son más de estilo y de modales que de políticas públicas. Ambos tienen un brazo renovador que busca el cambio, pero deviene inevitablemente en personalismos autoritarios que lideran grandes “movimientos históricos”. Uno se permite derrapar a los extremos. El otro es más moderado pero también más utópico e ineficiente. En cualquier caso, ambos partidos defienden a los pobres, indefensos y excluidos. Ambos protegen también a los sempiternos ricos empresarios y banqueros que rodean a cada gobierno de turno. Ambos promueven la justicia social, subir los impuestos y aumentar el tamaño del Estado Benefactor. Al final, cuando ese esquema termina estallando en hiper-inflación o hiper-recesión, el mismo partido propone un “ajuste” para encarrilar la economía. Esto significa, una gran devaluación, un poco de orden, para luego continuar el permanente y primordial objetivo de la Justicia Social aumentando tanto los impuestos como el despilfarro del Estado benefactor.
En este modelo ambos partidos compiten por dar mayores prebendas y beneficios a un número cada vez mayor de ciudadanos, lo cual se ha dado en llamar “clientelismo”, y deriva inevitablemente en mayor pobreza, incultura y populismo.
Sea como sea, uno de los dos partidos implosionó y hoy tiene escasos votos, y el otro explotó en varios pedazos. La crisis resultante nos llevó a tener en la actualidad más de 650 partidos, número que se está incrementando. ¡He aquí una oportunidad histórica!

En el caso español podemos encontrar una buena guía. Luego de la muerte de Franco, en 1975, surgieron 350 partidos que se disputaban el poder. Todavía a comienzos de los 80’s España no salía de su crisis y parecía más cercana al África que a Europa, hasta que un grupo de políticos y empresarios decidieron financiar a un solo partido, a cambio de que sea abierto y participativo, que tenga internas, competencia y mecanismos ágiles para ascender y descender. Así, se fusionaron 290 partidos en lo que fue la Unión de Centro Democrático. Desde entonces España mantiene un bipartidismo donde el PSOE y el Partido Popular se alternan en el poder. No es perfecto pero fue suficiente para que España alcance rápidamente el desarrollo promedio Europeo.

Es nuestro deber como generación crear ese OTRO partido ALTERNATIVO, para enfrentar en el parlamento al partido de la Justicia Social. Un partido que defienda a las personas que trabajan, estudian y progresan por si mismas y que pretenden que el Estado no los moleste, o al menos, no demasiado. Un partido que defienda a rajatabla los derechos individuales, las libertades civiles, de prensa, de enseñar, de aprender, de viajar o comerciar, o ejercer toda industria lícita, que defienda la propiedad y la Justicia Independiente, que afiance la seguridad de la población y que ponga un límite al gobierno, que baje los impuestos y que defienda la paz, el orden y el progreso.
Entonces restableceremos el equilibrio y el péndulo oscilará cerca del centro.
Agustín Etchebarne

lunes, 4 de febrero de 2008

Individualismo y Colectivismo

Es imprescindible tener en cuenta que el socialismo no sólo significa un objetivo de mayor igualdad y seguridad sino también un método: la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, y la creación de un sistema de "economía planificada" en la que un organismo de planificación central sustituye a los empresarios que trabajan por una ganancia.
Es necesario subrayar que la discusión sobre el socialismo no puede limitarse a los fines sino que también tiene que comprender los medios que hacen falta para conseguir esos fines. Porque el problema es que los métodos para conseguir una distribución igualitaria siempre son iguales, lo mismo sirvan para beneficiar a una raza superior que a los miembros de una aristocracia.
La discusión entre los modernos planificadores y sus oponentes gira en torno a cuál es la mejor forma de conseguir nuestros objetivos. Lo que se discute es si una utilización racional de los recursos exige una dirección centralizada o si es mejor limitarse a crear las condiciones para que sean los individuos los que puedan planificar de la mejor manera posible.
El pensamiento liberal no es defensor de ningún status quo. Considera sencillamente que la mejor manera de coordinar los esfuerzos humanos es mediante la competencia. Pero para que la competencia pueda funcionar exitosamente hay que crear un marco legal bien reflexionado. La competencia es el único método mediante el que podemos coordinar nuestras actividades sin la intervención arbitraria de alguna autoridad. Por supuesto, el mantenimiento de la competencia es perfectamente compatible con la prohibición de usar substancias tóxicas, la limitación de las horas de trabajo o la exigencia de ciertas condiciones sanitarias. En ese sentido, el único problema es determinar si las ventajas que se consiguen son mayores que los costos sociales que imponen.
Obviamente, el funcionamiento de la competencia requiere, y depende, de condiciones que nunca pueden ser totalmente garantizadas por la empresa privada. La intervención estatal siempre es necesaria pero la planificación y la competencia sólo pueden combinarse cuando se planifica para la competencia, no en contra de ella.

Friedrich A.Hayek, de El camino de la servidumbre.